Energías Renovables en Fábricas de Alimentos: Reducción de Costos y Sostenibilidad Certificada

La industria alimentaria enfrenta una presión creciente por reducir su huella ambiental mientras mantiene competitividad en costos. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), este sector consume el 12% de la energía industrial global, con sistemas de refrigeración y procesamiento térmico representando hasta el 65% de ese consumo. Ante esto, las energías renovables emergen como solución estratégica: plantas procesadoras que implementan estas tecnologías reportan ahorros energéticos del 30-50% y reducciones de emisiones de CO₂ entre 40-70% (FAO, 2023).

La energía solar fotovoltaica lidera esta transición

Especialmente en zonas con alta irradiación. Un caso paradigmático es la planta de Nestlé en Fresnillo, México, donde 4,000 paneles solares cubren el 85% de su demanda eléctrica, evitando 720 toneladas anuales de CO₂ (Nestlé Global, 2022). Para medianas empresas, los avances en paneles bifaciales y sistemas de almacenamiento en baterías de ion-litio han reducido el periodo de retorno de inversión a 4-6 años, según datos del Laboratorio Nacional de Energías Renovables de EE.UU. (NREL).

La biomasa también gana terreno en plantas con subproductos orgánicos.

La empresa danesa Arla Foods convierte 250,000 toneladas anuales de suero lácteo residual en biogás mediante digestores anaeróbicos, generando 40% de la energía térmica que requieren sus pasteurizadores (Informe de Sostenibilidad Arla 2023). En Brasil, usinas como la de JBS en Lins aprovechan desechos de mataderos para producir bioenergía, logrando autosuficiencia energética en un 80% de sus operaciones (Portal Bioenergy International).

Los sistemas geotérmicos de baja entalpía están revolucionando el control climático en almacenes.

La fábrica de Barry Callebaut en Suiza utiliza este método para mantener temperaturas estables de 18°C en sus bodegas de chocolate, con un 60% menos de consumo que los sistemas tradicionales (Case Study Swiss Federal Office of Energy). Esta tecnología es especialmente viable en regiones volcánicas como Chile o Centroamérica, donde el gradiente térmico del subsuelo supera los 30°C/km.

La eólica industrial escala rápidamente para plantas de gran consumo. PepsiCo instaló turbinas eólicas de 2.5 MW en su planta de snacks en Texas, cubriendo el 100% de su demanda eléctrica (PepsiCo Positive Report 2023). Para medianas empresas, los parques eólicos compartidos -como el modelo cooperativo de FrieslandCampina en Países Bajos- permiten acceder a esta tecnología sin inversiones iniciales prohibitivas.

La hidroelectricidad a pequeña escala resurge con innovaciones en turbinas de baja caída. La procesadora de salmones Marine Harvest en Noruega implementó microturbinas en sus sistemas de agua de mar, generando 1.2 GWh/año solo del flujo natural entre tanques (Norwegian Water Resources Report). En países andinos, esta solución es replicable en plantas de lácteos o jugos que trabajan con grandes volúmenes de líquidos.

Incentivos gubernamentales aceleran la adopción. Programas como el Investment Tax Credit (ITC) de EE.UU. o el Fondo de Transición Energética de la UE financian hasta el 45% de estos proyectos. En México, la CRE ofrece certificados de energía limpia transables en bolsa, mientras Colombia permite depreciación acelerada de equipos renovables (Ministerio de Minas y Energía Colombia).

Los desafíos técnicos persisten, especialmente en la intermitencia de fuentes renovables. Soluciones híbridas -como las de Unilever en India que combinan solar, biogás y baterías de flujo- muestran el camino a seguir. Según la Plataforma para Acelerar la Economía Circular (PACE), estas configuraciones pueden lograr factor de capacidad del 90%, comparable con redes convencionales.

El impacto trasciende lo ambiental. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) documentó que plantas latinoamericanas con energías renovables mejoran su acceso a financiamiento verde (tasas 1.5-2% menores) y abren mercados premium como la UE, donde el Mecanismo de Ajuste Fronterizo al Carbono (CBAM) penalizará importaciones con alta huella energética a partir de 2026.

Con tecnologías maduras y marcos regulatorios favorables, la transición energética en la industria alimentaria ya no es una opción, sino un imperativo estratégico. Como demostró el caso de Grupo Bimbo -que opera con 100% energía eólica en México desde 2018-, esta transformación genera tanto reputación como rentabilidad, redefiniendo lo que significa ser competitivo en la era del cambio climático.

*(Para profundizar en incentivos regionales: Programas de Energía Sostenible en LATAM)
(Estudio de caso completo Nestlé Fresnillo: Nestlé Global Reports)

 

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